El ciberacoso, es una forma de agresión que ocurre en entornos digitales y en la ultima decada ha llegado a tener bastante atención pública debido a sus graves consecuencias psicológicas.
El termino “ciberacoso” suele utilizarse como si fuera un fenómeno independiente a otro tipo de agresiones, sin embargo, lo cierto es que se trata de una extensión del acoso, un problema con el que llevamos mucho tiempo conviviendo. El acoso aprovecha trasfondos sociales de prejuicios y discriminación y suele afectar en mayor medida a personas con alguna características distintiva asociada a raza, religión, sexualidad, identidad de género y discapacidad, entre otros.
Redes sociales
El ciberacoso o intimidación por medio de las tecnologías digitales, puede ocurrir en las redes sociales, las plataformas de mensajería, plataformas de juegos, entre otros. Y es un comportamiento repetitivo que busca atemorizar, enfadar o humillar a otras personas. Por ejemplo:
- Difundir mentiras o publicar fotografías o videos vergonzosos de alguien en las redes sociales.
- Enviar mensajes, imágenes o videos hirientes, abusivos o amenazantes a través de plataformas de mensajería.
- Hacerse pasar por otra persona y enviar mensajes agresivos en nombre de dicha persona o a través de cuentas falsas.
El acoso cara a cara y el ciberacoso ocurren juntos a menudo. Pero el ciberacoso deja una huella digital; es decir, un registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso.
Los lugares que antes podiamos considerar como espacios seguros, alejados de entornos ostiles donde el acoso podia tener cabida, se han desdibujado debido a la omnipresencia de Internet y los medios digitales. Hoy en dia, la tecnologia esta tan integrada a nuestra vida cotidiana que los escenarios en donde podriamos observar este tipo de ataques carece de limitaciones.
Misoginia centrada en el aspecto, inteligencia y preferencia sexual
Un articulo de Liam Hackett en las cronicas de Naciones Unidas, detalla que "El informe de Ditch the Label y Brandwatch, en el que se analizan 19 millones de tuits publicados en un período de cuatro años, concluyó que solo en Twitter se habían observado casi 5 millones de casos de misoginia. El 52% de los insultos misóginos registrados habían sido publicados por mujeres y se centraban normalmente en el aspecto, la inteligencia y las preferencias sexuales de otras mujeres. El informe notificó 7,7 millones de casos de racismo, 390.296 casos de homofobia y 19.348 mensajes transfóbicos enviados a través de Twitter (1). Únicamente se examinaron datos públicos, de modo que, si extrapolamos las cifras a Internet en su conjunto para incluir tanto las vías de comunicación públicas como las privadas, el alcance del discurso de odio en línea es abrumador.
Anonimato
No todos los autores de los actos de ciberacoso son personas que conocen a la víctima, sino que normalmente son anónimos, lo que puede tener repercusiones adicionales sobre la validación del acoso que también sufren en medios distintos de Internet. El acoso anónimo puede minar en gran medida la confianza y la sensación de seguridad de sus víctimas, puesto que, sin la intervención de las autoridades, resulta complicado demostrar de dónde procede. Puede generar paranoia y, en muchas ocasiones, es más poderoso que los abusos procedentes de personas conocidas.
Estudios recientes han demostrado que el ciberacoso puede tener graves repercusiones en la salud mental de las víctimas. Produce un elevado malestar psicológico, incluyendo ansiedad, depresión, baja autoestima, y en casos extremos, ideación suicida.(2)
Desafortunadamente, no son pocos los casos de connotación publica que dan cuenta de este fenomeno.
Casos de connotación publica
Amanda Todd, una adolescente canadiense, se convirtió en un símbolo del ciberacoso después de publicar un video en YouTube contando su historia de sufrimiento. Fue víctima de acoso en línea y extorsión por parte de un acosador que la chantajeó con fotos íntimas. El ciberacoso contribuyó a su depresión y eventual suicidio, lo que provocó una amplia discusión sobre la gravedad de este fenómeno.
Megan Meier, una adolescente estadounidense, se suicidó después de ser víctima de ciberacoso por parte de una madre y una hija que crearon un perfil falso en MySpace para acosarla. Este caso generó un debate sobre la responsabilidad de los adultos en la prevención del ciberacoso y destacó la necesidad de intervenciones efectivas para proteger a los jóvenes en línea.
Katy Winter, una joven chilena de 16 años alumna del Nido de Aguilas, aspiraba a ser cantante pop y a su corta edad ya había grabado cuatro canciones en inglés. Trágicamente, en mayo de 2018, se quitó la vida en un baño de Starbucks después de ser victima de acoso cibernético por parte de un grupo cerrado en Facebook compuesto por miembros de su misma generación. Este acoso coincidió con el final de una relación tóxica, donde incluso habría recibido amenazas de su ex pareja sobre la publicación de fotos íntimas en Instagram.
El ciberacoso es una preocupación significativa que requiere una respuesta integral desde la comunidad, incluyendo la aplicación de políticas efectivas, el apoyo a las víctimas y la educación sobre el uso responsable de la tecnología. Desde la TCC, se pueden ofrecer herramientas y recursos para ayudar a las víctimas a superar el impacto psicológico y reconstruir su bienestar emocional.
- Ditch the Label y Brandwatch, “Cyberbullying and hate speech: What can social data tell us about hate speech online?” (Brighton, 2016). Disponible en: http://www.ditchthelabel.org/research-papers/cyberbullying-and-hate-speech/.
- Malestar psicológico y apoyo psicosocial en víctimas de ciberbullying. International Journal of Developmental and Educational Psychology, vol. 2, 1, 2018. Asociación Nacional de Psicología Evolutiva y Educativa de la Infancia, Adolescencia y Mayores, España
