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Estudiar y competir al más alto nivel: el silencioso desafío de los deportistas-estudiantes

En Chile, según datos del Comité Olímpico, más del 60% de los deportistas de alto rendimiento ha tenido que postergar, cambiar o abandonar sus estudios superiores debido a la dificultad de compatibilizarlos con su carrera deportiva. Lo que muchas veces se presenta como una “elección personal” es, en realidad, una consecuencia de un sistema que no está diseñado para quienes se esfuerzan por destacar en dos mundos a la vez.

Cuando vemos a un deportista ganar una medalla o representar a su país, rara vez nos preguntamos qué pasa fuera de la cancha. ¿A qué renuncian para llegar ahí? ¿Cuántas veces deben decidir entre estudiar para una prueba o asistir a un entrenamiento clave? Para muchos atletas jóvenes, el verdadero desafío no está solo en el rendimiento deportivo, sino en compatibilizar ese nivel de exigencia con su formación académica.

Mientras el resto de los estudiantes puede estructurar su vida en torno a la universidad o el colegio, quienes practican deporte de alto rendimiento deben estirar el tiempo, sacrificar horas de sueño y aprender a vivir con una presión constante. No es una elección menor, y muchas veces tiene consecuencias que marcan para siempre su bienestar, su futuro laboral y su salud mental.

Este artículo busca visibilizar ese dilema, analizar sus impactos y reflexionar sobre qué tipo de apoyo necesitan estos deportistas que, mientras persiguen un sueño, también luchan por no abandonar el otro.

¿Por qué es tan difícil compatibilizar ambos mundos?

Ser deportista de alto rendimiento no es una actividad más: requiere entrenar horas diarias, competir fuera del país y mantener un nivel físico y emocional estable. A esto se suma la presión de un sistema educativo tradicional, poco flexible con quienes viven una realidad distinta.

Además, no siempre el entorno deportivo promueve lo académico. En algunos casos, se valora más la entrega total al deporte, incluso a costa del desarrollo profesional. La lógica de “todo o nada” aún persiste.

A la falta de políticas institucionales se suma el desconocimiento de docentes o entrenadores que no siempre comprenden las tensiones que implica esta doble vida. El resultado es un sistema donde el deportista-estudiante debe adaptarse por sí solo, sin herramientas, sin flexibilidad, y muchas veces, sin redes de contención.

Impacto emocional: lo que no se ve en el podio

Detrás de cada logro hay una carga invisible. El miedo al fracaso, la soledad, la autoexigencia, el cansancio acumulado. Muchos deportistas jóvenes no se atreven a pedir ayuda porque sienten que demostrar cansancio es debilidad.

Lo que comienza como motivación puede terminar en agotamiento. La ansiedad por rendir bien en ambos espacios puede llevar a trastornos del sueño, desgano, irritabilidad y un deterioro progresivo del bienestar mental. El cuerpo, al igual que la mente, necesita pausas. Y cuando estas no se permiten, las consecuencias pueden ser graves: crisis de identidad, burnout, o incluso la decisión de abandonar uno de los dos caminos.

Humanizar la experiencia del deportista-estudiante es clave para cuidar su salud integral. No basta con celebrar las medallas: también debemos reconocer el esfuerzo silencioso que hay detrás de cada una.

Historias que inspiran: Karen Santander, entre el bisturí y la arena

Una de las historias que mejor refleja esta realidad es la de Karen Santander, estudiante de odontología de la Universidad de Chile y seleccionada nacional de vóley playa. Su vida transcurre entre libros de anatomía, prácticas clínicas y jornadas de entrenamiento bajo el sol.


“Estudio Odontología en la Universidad de Chile, una carrera que me encanta, pero que también es muy exigente. Hace tres semanas decidí congelarla. Sentí que había llegado ese momento donde una tiene que elegir, porque el tiempo no espera. El deporte me está dando una oportunidad única y no quería dejarla pasar. No fue abandonar mis estudios, fue priorizar un sueño sin renunciar al otro.”

Relato extraído del podcast El Otro Resultado de Mintal..”

Karen Santander representa a Chile en campeonatos internacionales de vóley playa, pero también es estudiante de Odontología en la Universidad de Chile. Hace poco decidió congelar su carrera para enfocarse en una oportunidad deportiva única. Su historia refleja una realidad compartida por muchos deportistas: la tensión constante entre seguir una vocación profesional y perseguir un sueño deportivo. Su testimonio, recogido en el podcast El Otro Resultado de Mintal, nos deja una pregunta urgente: ¿Qué estamos haciendo como sociedad para que jóvenes como ella no tengan que elegir entre dos pasiones, sino puedan vivirlas con equilibrio y apoyo real?

Las prevenciones: cuando lo invisible empieza a doler

Aunque muchos deportistas logran mantenerse en ambos mundos, hacerlo sin el apoyo adecuado puede conllevar serias consecuencias. Estas son algunas señales de alerta que suelen presentarse en quienes intentan sostener su carrera académica y deportiva al mismo tiempo:

Agotamiento físico y mental
Las jornadas dobles (clases por la mañana, entrenamientos por la tarde/noche) generan fatiga crónica. Dormir poco, comer apurado y no tener tiempo para descansar puede afectar el rendimiento en ambos espacios.

Ansiedad y presión constante
La sensación de “no estar cumpliendo en ninguno” provoca frustración, insatisfacción y un desgaste emocional difícil de sostener.

Aislamiento social
El poco tiempo disponible limita la vida social. Muchos deportistas-estudiantes se sienten fuera de sincronía con sus pares y con la etapa vital que están viviendo.

Deserción académica o deportiva
Cuando el sistema no acompaña, muchos terminan abandonando uno de los caminos. Y esa renuncia, muchas veces, duele más de lo que se reconoce.

Crisis de identidad post-retiro
El retiro deportivo suele llegar antes de los 30. Si no se ha construido una base profesional o emocional sólida, esta transición puede ser dura, confusa y frustrante.

¿Qué se puede hacer? Soluciones que acompañan el camino dual

Flexibilidad académica real
Las instituciones deben generar mecanismos que permitan adaptar los procesos: reprogramar evaluaciones, entregar tutorías y reconocer la carga deportiva como parte del desarrollo estudiantil.

Apoyo psicológico permanente
Contar con psicólogos deportivos y educacionales permite prevenir crisis, fortalecer la autoestima y enseñar estrategias de regulación emocional y organización del tiempo.

Formación para docentes y entrenadores
Ambos actores deben ser aliados del proceso. Comprender el contexto del deportista y acompañar sin bajar la exigencia puede marcar una diferencia profunda.

Redes de apoyo entre pares
Fomentar comunidades de deportistas-estudiantes permite compartir experiencias, crear vínculos y apoyarse mutuamente para sobrellevar los desafíos comunes.

Ningún deportista debería verse obligado a renunciar a sus estudios para poder representar a su país. Tampoco debería tener que abandonar su carrera deportiva para rendir en la universidad. La formación académica y el alto rendimiento no deben ser caminos excluyentes.

Apoyar a quienes intentan compatibilizar ambas realidades no es solo una muestra de empatía, sino una inversión en personas más íntegras, resilientes y con más herramientas para su futuro.

La historia de Karen Santander no debería ser una excepción admirable, sino parte de una estructura que permita que más jóvenes vivan su pasión deportiva sin hipotecar su futuro profesional. Porque detrás de cada deportista, hay una historia que merece ser acompañada, no silenciada.

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